martes, febrero 28, 2012

Esto del duelo.

¡Ah! yo no pensaba que esto fuera tan difícil, que fuera un proceso con tantos altibajos.  Lo que recuerdo de las pérdidas de cualquier tipo que he tenido a lo largo de mi vida, es que primero duelen y duelen mucho, y conforme va pasando el tiempo duelen cada vez menos hasta que sólo quedan los recuerdos y un poco de tristeza.

Alguien me dijo cuando recién pasó lo de mi mamá, que tendría días buenos, días malos, días mejores y días peores.  Hoy es uno de esos días, en el que tomo conciencia de que ya no voy a volver a ver sus ojos verdes, ni su naricita respingada, sus labios gruesos pero bien definidos, ni sus chinos aunque me dejó unos pocos en la cabeza de mi hijo Gael.

Siento algo así cómo un peso en mis hombros, además del peso que suelo cargar y que no es poco; un sueño tremendo y ganas de hacer nada, además de un profundo deseo de llorar.

Sólo se me agolpan los recuerdos en enormes cantidades, y mientras más recuerdo más tristeza me da.  Al menos, las carcajadas de mis hijos me levantan del sopor y quisiera que mi Polluelo estuviera a mi lado todo el tiempo para sentir un poco menos mi pena.

Me acuerdo con frecuencia de cuando mi borreguita me contaba que cuando su madre murió aquí en Chihuahua, nosotros vivíamos en el Distrito Federal y ella por varios motivos, entre ellos la falta de dinero y la obligación de cuidar a ocho hijos de diferentes edades, yo una bebé de escasos meses, no pudo venir al funeral de mi abuelita.  Sus hermosos ojos se llenaban de agua cuando me platicaba que la tarde en que sepultaron a su mamá, cayó tremenda tempestad de esas que suelen caer en la capital de la república.  Ella estaba lavando, a mano cómo era su costumbre y mientras veía la lluvia caer ella pensaba "en este momento te están sepultando". 

No puedo dimensionar exactamente la grandeza de su dolor al no poder estar en ese momento con la mujer que le dio la vida, aunado a la pena de saber que ya nunca la volvería a ver.  No comprendo de dónde sacó fuerzas para superar su tristeza, si para mi no ha sido complicado, sino lo que le sigue imagino que para ella fue también muy duro, pero mi mamá era tan entera, tan fuerte... aunque ella decía que era cobarde tenía corazón de azúcar pero alma de hierro.

Cuando me quedo sola por las mañanas me pongo a platicar con ella y le pido que me de sólo un poquito de la fortaleza que ella tenía y que siempre le permitió superar los momentos difíciles.  A veces me recuerda a aquella escena de "El Rey León", una película que tiene muchos simbolismos para mi vida.  Cuando Mufasa regaña a Simba porque se salió de las tierras del reino y que van de regreso a casa, el pequeño león pisa la huella dejada por su padre y se da cuenta que le queda muy grande.  Así estoy yo con el recuerdo de mi mamá, esta prueba para mí ha sido tan difícil y yo veía que ella siempre sorteaba las situaciones adversas con cierta facilidad y hasta con gracia.  Me falta mucho para ser cómo ella.

Quiero pedirle a Dios y a mi mamá que me den fortaleza para superar la partida de uno de mis seres más amados, se que mi vida tiene que volver a la normalidad pero... ¿cómo lograrlo si perdí la mitad de mi patrimonio emocional en menos de una semana?  Se que algún día ya no me entristecerá tanto o al menos, Dios y mi madre me habrán ayudado a manejar mi duelo de una mejor manera.  Mamita, te extraño mucho.

domingo, febrero 12, 2012

Carta para mi madre.

¡Caray! Tenía casi cuatro años sin escribir, pero creo que hoy es una buena oportunidad para volver a empezar con esta práctica que creo que me servirá de terapia.

Dormí bien si comparamos que la noche anterior sólo di vueltas en la cama y lloré. Recuerdo mucho las palabras de mi mamá cuando me decía "¡guarda esas lágrimas para cuando yo me muera!", cuando me afligía alguna situación poco trascendente. Hoy se que aunque hubiera guardado todas las lágrimas que no solté en mi vida, no me serían suficientes para llorar por esta pena que siento dentro de mí.

Me desperté antes de las 6:00 de la mañana y estuve pensando y pensando obvio, en mi madre. Me levanté y escribí esta carta que pienso leer un poco más tarde en su funeral, claro, si el llanto me lo permite.

Madre, mi Borreguita:

Estamos a horas de que tu cuerpo sea depositado en nuestra madre tierra. De que el estuche, ese hermoso estuche que Dios te prestó para guardar un alma aún más bella y más perfecta, ya no vuelva a estar con nosotros nunca más. Hoy, te despedimos acompañados de mucha gente, mucha gente maravillosa, tal y cómo a ti te gustaba estar, porque quienes te conocimos sabemos que lo que menos te agradaba y a lo que más le temías, era a la soledad.

Todas estas persona que hoy están aquí acompañándonos y ayudándonos a superar este gtrago tan amargo, lo hacen porque tuvieron el enorme privilegio de conocerte y encontrar a un ser humano maravilloso, amoroso, fuerte y alegre. Algunos más, no tuvieron esa dicha. Pero están hoy tus hijos, nietos, nueras y yernos porque nos quieren demostrar su cariño. Algo en nosotros hizo posible que nos permitieran brindarnos su amistad. Yo creo que ese algo no es más que un pedacito de tí que depositaste en cada uno de nosotros dándonos tus enseñanzas y brindándonos tu guía. Eso, este amor que derraman nuestros seres queridos aquí sólo tiene una causa: que hiciste el trabajo que Dios te encomendó de manera perfecta.

Yo me siento desgarrada, no se cómo voy a hacer para superar esta pena tan grande. Pero me siento satisfecha porque creo haber cumplido con mi compromiso de hija, en todos los aspectos. Y a cambio, la vida me dio un montón de recuerdos que guardo en mi mente y en mi corazón. Me quedo con el dulce timbre de su voz; con tu aroma a perfume, con tus labios pintados de rojo, con tus manos delgadas y huesudas pero, eso sí, con tus uñas siempre bien arregladas. Me quedo, con tus sabios consejos, con tu silueta recargada en la puerta fumando, con el verde de tus ojos, que por algo, era tu color favorito. Me quedo con la melodía de tus cantos alegrando la casa, tu obsesión por la limpieza, con tus ocurrencias y tus chistes que no eran pocos. Con tu cabello alborotado, con tu instrucción de escribir el Himno Nacional ¡¡¡COMPLETITO!!! aunque ello me llevara todo un domingo, porque era mi tarea y tú me enseñaste a cumjplir cabalmente con todas mis obligaciones. Me quedo, con tu voz al teléfono diciendo "Bueno, Residencia de la familia Sánchez", con el profundo amor que derramaste sobre mis hijos y sobre mi esposo, con la sazón de los platillos que preparabas, que aunque fueran los más sencillo, siempre te quedaban deliciosos, seguramente porque tu ingrediente secreto era el amor con el que los preparabas. Me quedo con tu bendición el día de mi boda, con los dulces y los panecitos ocultos en los lugares menos pensados, con el cafecito de las tardes, con el pedacito de tu cama que nos prestabas para descansar y que para mí, era un cachito del paraíso. Me quedo, con tu cara llena de satisfacción cuando me gradué de la Universidad, con la imagen tuya y de mi papá haciéndose cariños y dándose besos,con tu rostro iluminado por la alegría y la sorpresa de verme en una enorme botarga de cebolla. Me quedo con tu necedad, con tus cuidados cuando estuve enferma, con tu rostro de angustia, que por cierto, no me gustaba. Me quedo con la enorme alegría que te dió saber cuando supiste que iba a ser mamá, con esa última plática del viernes, con tu serenidad, con la fortaleza que siempre mostrabas ante las situaciones adversas, que no fueron pocas, pero que siempre, afrontabas con entereza como cuando perdimos a papá.

Y hoy le pido a Dios esa misma fortaleza, no tanta cómo tú, no. Sería mucho pedir. Sólo pido un poco de ese temple para poder superar este dolor tan grande, que no parece disminuír.

Madre, me despido de ti diciendo que TE AMO, te lo dije en vida y te lo digo ahora. He perdido a uno de mis motores y parte de mi brújula, por lo que hoy mi andar es un poco errático. Pero me quedan otros motores que, seguramente, me ayudaran a continuar mi camino.

Madre, eras un ángel cuando tu alma estaba aún aquí en la tierra, pero ya has pasado a otro nivel. Dios te ha dado un hermoso y enorme par de alas para que, en compañía de papá, nos cubras a todos los miembros de tu familia con el cálido abrigo de tu protección tal y cómo a tí, te gustaba.

Hoy, te puedes despedir cómo siempre lo hacías: "Me da gusto que me hayan visto". Ten por seguro, que no fue un gusto, fue un verdadero privilegio haberte conocido.

Te ama tu hija
La Araña Zopatona mejor conocida cómo Maneno.