jueves, febrero 02, 2006

24 años

Si Dios, en su sabio pero a veces, incomprensible actuar no hubiera decidido cortar el hilo de la vida de Luis Alberto aquel 22 de septiembre de 2003, hoy hubiera cumplido 24 años.

En post anteriores he hablado de Luis, mi cuñado; el de la sonrisa franca, de la mirada expresiva, del abrazo cariñoso, de la risa contagiosa y sobre todo del alma alegre y transparente. Dios nos lo arrebató de golpe, una lluviosa mañana nuestra vida tuvo un giro inesperado y un trágico accidente automovilístico le arrebató el aliento.

A veces reflexiono sobre los últimos instantes de su vida: qué pensó, cuáles fueron sus preocupaciones, cuáles eran sus planes para el día siguiente, o para dentro de algunas horas o para cuando despertara de la siesta que sin quererlo, durmió eternamente.

Su partida me sigue doliendo, yo creo que duele cada vez más cuando veo todo lo que se ha perdido, cuando veo a mi cachorro y cómo crece. Seguramente él lo estaría disfrutando tanto o más que yo, porque él me pedía un sobrino, lo deseaba con toda su alma. Algunas de las últimas palabras que crucé con él fueron precisamente referentes al tema. Regresamos de la luna de miel un domingo por la noche, él trabajaba los fines de semana en Ciudad Juárez y hablamos por teléfono y me dijo con su risa contagiosa: "¿ya voy a tener un sobrino?" yo le dije que esperara, aún no era momento. Su carcajada se escuchó en la bocina del teléfono y nos despedimos cómo si nos fuéramos a ver de nuevo.

Por desgracia la vez que nos encontramos de nuevo, él estaba dormido dentro de un ataúd. Tenía una suave expresión de serenidad en su rostro, aunque se que los golpes del accidente lo dejaron severamente lastimado. Sentía un dolor profundo que ni el llanto más desconsolado podía calmar. No; lo hacía más grande, más severo y más difícil de sanar.

Aún no entiendo por qué Dios decidió llevárselo, pero bueno, no debo cuestionar su actuar. Cómo lo dije al principio, él es sabio y algún motivo tuvo para quitarle la vida, cortar de tajo todos los planes que él tenía para su futuro; su graduación, su carrera, sus viajes, conocer a su sobrino.

No me resigno, me duele y me duele mucho su ausencia. No era mi cuñado, era mi amigo, mi hermano menor. Realmente entre los dos hay un cariño sincero y muy grande. Se que está en alguna parte, quizá junto a mi padre, a mis abuelitos y a mi primo, cuidándonos.

Dondequiera que estés Luis Alberto, con el cariño y la amistad que siempre nos unió y que seguirá presente hasta que nos volvamos a ver.

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