viernes, marzo 28, 2014

Volver a la realidad.

Ayer fue una velada padrísima, de esas que te dejan con ganas de más aunque sabes que te tienes que ir porque ya es un poco tarde y el cuerpo no es tan fuerte y mucho menos, tan joven para aguantar una desvelada mas alla de la 1 de la mañana luego de una semana sumamente ajetreada y que cierra con emociones no muy agradables.

Risas, baile, más risas, "recorte de personal", temas un poco más serios, desahogo de alguna que otra pena o problema, los hijos e hijas con sus ocurrencias, las escuelas y las personas vinculadas a ellas con todos sus bemoles pero que son parte de nuestra vida cotidiana y que sin ellas, la rutina no seria la misma.  Al final, todas las asistentes "echadas" como reses en el sillón.

Yo no platique mucho sobre mis penas, sobre eso que llena de dolor a mi alma.  He aprendido luego de tanto madrazo emocional que llorar no es bueno, no al menos delante de las personas.   Ser una "llorona" resulta no ser algo muy deseable, así que mejor no abro mi corazón, no platico lo que me aflige porque invariablemente acabaré soltando las lágrimas y cómo dije anteriormente, esto no es aceptado.  Peor aún, nadie entiende mis sentimientos.  En cambio, en los escasos momentos que tengo a solas lloro, platico conmigo misma aquello que no cuento a nadie y lloro a gusto.  No hay quién me critique, estamos mi llanto, mi dolor y yo y entre nosotros no hay juicios ni críticas y nos entendemos a la perfección.  Cuando estoy con alguien más que no sea yo, platico un poco, sólo hasta dónde se que las lágrimas no correrán por mis ojos, y anoche eso mismo ocurrió.

Sinceramente, al principio no queria ir.  Quería acostarme y dejar que el sueño acallara esta tristeza tan profunda que hay en mi ser.  Quería que la angustia se durmiera junto conmigo.  Estuve a punto de poner algún pretexto o simplemente, hacer "mutis" cómo lo he hecho en algunas reuniones a las que he sido invitada en el último año y medio y a las que no he asistido porque simplemente, no me siento con ánimo y no las disfruto cómo antes.

Finalmente si fui, después de todo con estas grandes amigas paso momentos muy agradables.  Ellas no me juzgan, ni juzgan mis decisiones, ni critican mi forma de llevar la vida.  Con ellas, puedo ser otra vez la misma persona que solía ser hace tiempo.

Llegué relativamente temprano, al menos fui la segunda invitada.  Entre deliciosas botanas y tequila (ellas, yo con mi juguito de arándano y agua mineral por aquello de mi hipertensión) fluyó la plática ya con el resto de las convidadas a la reunión.  Así poco a poco fui olvidando la pena que me incomodaba o mejor dicho, que no me deja vivir en paz.  Comencé a reír, mucho.  De esas carcajadas que hasta te dejan agotada y pude olvidarme un poco de mis problemas y preocupaciones.  Fue buena mi decisión de ir en lugar de quedarme dormida para poder olvidar mi tristeza. Me salí de mi realidad unas horas gracias a la comida, la bebida, la agradable compañía y las risas. Llegué a casa muy feliz, cansada pero muy feliz.

Dormí placenteramente y me despertó la alarma a la misma hora de siempre con la diferencia de que ahora no me tendría que levantar por los críos no irían a la escuela ni tendría que hacer algo fuera de casa.  Sin embargo y aunque me pude quedar acostada, mi cabeza empezó a dar vueltas y vueltas, otra vez de vuelta a la realidad.

De nuevo ahí están el pesar, las preocupaciones, las angustias, los temores, las tristezas, las ganas de salir corriendo, de dejar un poco de lado mi pena aunque sea un ratito, así cómo la hice anoche.


No hay comentarios.: