martes, marzo 11, 2014

Mamá cuervo a mucha honra.

Pues sí, soy una mamá cuervo ¿y quién no lo es?  Todas las mujeres que conozco a las que Dios les ha dado la fortuna de ser madres, muestran sin recato el orgullo que sienten por sus hijos. 

Y es que, en cierta forma somos como un artista que se esmera en la creación de su obra cumbre, y conforme observa el progreso de la misma se queda maravillado, se detiene a corregir algún detalle o incluso tiene que dar marcha atrás porque se da cuenta de que no va tomando la forma que él desea, para finalmente, sentarse a contemplar plenamente satisfecho el producto de su esfuerzo. 

Hoy me detuve a escuchar a mi hijo Gael en un instante en el que la pesada carga de obligaciones y responsabilidades me permitieron tomar un respiro.  Me platicaba sobre Mozart y de que su maestra les puso en clase música de este gran compositor "mira mamá, esta canción está bien chida.  Tan, tan, tan, tan, tararará." me decía mientras con sus manitas, imitaba el movimiento que hacen los pianistas al tocar las teclas de ese hermoso instrumento.  Me sorprendíó su memoria y su sentido del ritmo, no tuve que pensar mucho para saber a cuál pieza se refería: "Vamos a ponerla en YouTube" le dije "pero no recuerdo el nombre" a lo que pronto él respondió: "Rondo alla turca"  ¡Guau! tengo un pequeño genio de 6 años que habla de música de los grandes maestros, pues hace no más de dos semanas me hablaba de Antonio Vivaldi y el "Invierno" de "Las Cuatro Estaciones".  Ya sabe leer y escribir, conoce todo acerca de los dinosaurios.  Le encanta investigar y su pasatiempo es bombardear a cualquier adulto que lo permita, con preguntas sobre cualquier cosa que le interese.  Es capaz de crear un centro recreativo con unas ollas y algunos utensilios, o una espada y escudo de gladiador con una pala de cocina y la tapa del bote de la ropa sucia.  Es un ávido buscador de información, quiere saber todo sobre todo y lo más sorprendente, lo aprende con una facilidad increíble ¿Qué podía yo esperar si cuando nació, lo primero que noté fue que tenía sus ojos bien abiertos? quizá para devorar con la vista todas aquellas maravillas que le ofrecía el mundo como regalo de bienvenida.

Por otro lado, mi primogénito, mi Chuy se ha tomado tiempo para todo: para nacer, para hablar, para socializar, para comprender.  Con él las prisas no funcionan, si no, que le pregunten al Pollo en las mañanas cuando se prepara para ir a la escuela.  Es un poco distraído, quizá alguna secuela de su problema de lenguaje y de su Déficit de Atención.  Hay que hablarle una, dos, tres... cuatro o hasta cinco veces y de igual manera, hay que explicarle todo con detalle y detenimiento para que en su interior, vaya procesando su pensamiento, ya sea un problema de matemáticas, una regla ortográfica o una característica de las mezclas homogéneas, pero una vez que lo comprende, ya no lo olvida nunca más.  Me gusta platicar con él sobre los primeros habitantes de América, de los territorios que vendió Santa Ana a los norteamericanos, del procedimiento para hacer una división o de los goles que metió en el partido del día.  Adoro su pasión por el fútbol y su gusto por el baile.  Me sorprende cuando tiene que escribir un cuento de su autoría porque no me cabe en la cabeza cómo es posible que en un cuerpo tan pequeño y delicado quepa tanta creatividad e imaginación.  Es sumamente sensible, una de las características que heredó de mí.  No me agrada mucho haberle legado la capacidad de sentir exponencialmente porque se que va a sufrir por ello, pero, qué puedo hacer... ¡condenado Mendel!

Y es así que en medio de la rutina, de las carreras, de las preocupaciones, de las labores de la casa, de las obligaciones de hermana, esposa y madre, la avalancha de responsabilidades me da una oportunidad de reflexionar sobre estos maravillosos cachorros que Dios me encomendó.

Y al igual que el artista, en las noches cuando ya están plácidamente dormidos los observo pasmada por la belleza y la perfección de esta obra que empecé a crear junto con mi polluelo hace casi 9 años.  Estos dos pequeños seres humanos son mi mayor obra de arte, se que no la he terminado pero está en proceso, en un proceso lleno de aprendizaje, retos, alegrías, tristezas, angustias, fracasos, satisfacciones, emociones pero sobre todo, de mucho amor.

Soy Ana, soy mamá cuervo y estoy muy orgullosa de ello.




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