No puedo negar que lo extraño, a veces mi mente que dice el Pollo que es como un hámster corriendo en su rueda, piensa mil occurrencias que perfectamente podrían ir en mi estatus de Facebook.
Sin embargo, esas ideas se quedan ahí, guardadas en mi "Facebook mental y ultrapersonal". Ahí, nadie podrá ponerles "Me gusta", ni se podrán etiquetar y mucho menos compartir. Extraño también ver las fotos de mis amigos que no veo con frecuencia o las imagenes de mi familia que vive a varios kilómetros de distancia. A algunos parientes, sobre todo los que de más reciente "modelo" sólo los conozco o mejor dicho, los conocía por esta red social.
Me encantaba recibir las alertas de algunas páginas a las que les dí "me gusta", sobre todo aquellas que me enviaban sus actualizaciones unas cinco o seis veces al día, con atuendos padrísimos que me hacían recordar que jamás tendría el suficiente dinero para andar vestida "trés chic" y que jamás sería lo suficientemente delgada como para que lucir como los maniquíes que retrataban en las gráficas.
Sí... extraño eso y más, pero ahora que tengo más de seis meses desconectada de ese mundo, de alguna manera siento que recuperé otra parte de mí que por un período de tiempo no había podido disfrutar.
Por ejemplo, salir a cualquier lado sin la imperiosa necesidad de escribir lo que estoy haciendo, con quién estoy y dónde me encuentro. También, del desayuno con mis amigas sin pensar en el momento de llegar a mi casa para poder revisar cuántos "me gusta" había recibido mi última actualización de estatus o quién comentó qué.
Igualmente, disfruto de los días enteros sin prender la computadora porque cómo ya no tengo nada que escribir o revisar, pues me da flojera y prefiero estar recostada tomándome un café viendo un buen programa de televisión, dándome un verdadero tiempo para mí.
Pero sin duda alguna, aquello que más me agrada haber recuperado es el momento tan maravilloso que comparto con mi familia antes de ir a dormir. Leer uno, dos, tres hasta cuatro cuentos con mis hijos (aunque sean los mismos) y rezar sus oraciones para darles el beso de las buenas noches.
Y más aún, la cenita al lado de mi Pollo viendo la televisión, compartiendo los alimentos, las pláticas, las bromas y los programas de televisión que unifican nuestros gustos, cómo ese del panadero de Nueva Jersey descendiente de italianos que de cada pastel hace una verdadera obra de arte.
Me perdía de mucho revisando cada cinco segundos si alguien había publicado en mi muro, o comentando alguna foto, respondiendo mensajes: circulando por un mundo virtual mientras me perdía de mi verdadera vida real.
Sí, lo extraño. Se que puede parecer que estoy aislada pero no es así. Vivo en la misma casa de hace 9 años, tengo los mismos números de teléfono, salgo, voy, vengo: hago mi vida normal, bueno, lo que una persona que no tiene Facebook o que no tiene esa dependencia desenfrenada por estar conectada a esa red social, suele hacer.
No se en realidad si algún día, volveré por esos rumbos del "me gusta", "compartir" o "
etiquetar"... no me trae los recuerdos más gratos. Pero de algo estoy segura, si por alguna razón vuelvo al ciberespacio social será con mucha medida, no caeré en los excesos que estuvieron a punto de acabar con uno de mis mayores tesoros y que hoy por hoy, se que es mi prioridad número uno: mi familia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario